Nuevo libro: La princesa en busca del dragón desdentado

¡Buenos días, truenos y centellas!
Como sabréis los que me sigáis por Twitter sabréis que he autopublicado un libro nuevo, titulado «La princesa en busca del dragón desdentado».



Para los rayos más atrasados (de velocidad, no de mente) que no queráis tener que entrar en Amazon para leer el adelanto del libro, os dejo por aquí las primeras páginas. ¡Adelante tormenta!:

É


rase una vez una típica historia de las que empiezan por un «Érase una vez».
No, en realidad no es tan típica.
Oh, lo siento mucho, querido lector, pero éste es un infrecuente relato sobre el poco poder que tienen algunos sobre su propio destino.
El mejor ejemplo que te puedo poner es el de nuestro, en un futuro querido, personaje principal.
Imagina una noche helada en un pueblo cualquiera. Hay suficiente nieve por todos lados como para que ningún médico pueda ir hasta la casita de madera de las afueras. Ahora, imagínate entrando por la ventana. Míralos, todos tan felices. Ha sido un parto sencillo y sin dolores de cabeza. El recién llegado, nuestro héroe, ha nacido con un mechón de pelo rubio. No, mejor, un mechón negro y ondulado, en su limpia cabecita.
Oh, claro, y no me puedo olvidar de la marca de nacimiento. ¿Qué tal una estrella? No, una corona en el dorso de su mano izquierda, como si fuera a salvar algún día un reino.
No voy a describir mucho más porque, total, no me harás caso y acabarás imaginando lo que quieras.
Bien, bien, bien. Antes de volver a salir por la ventana, veamos cómo el bebé coge el dedo de su sonriente papá y le devuelve la sonrisa.

Hay más de siete millones de seres en este mundo, así que tampoco es tan extraño el hecho de que, justo en el momento en el que nuestro personaje principal vio la luz, también lo hiciera una princesa en una ciudad cercana.
Dado que en este mundo existen los típicos seres recopilados en todas las historias jamás contadas, tampoco debe extrañarte que esta princesa sea una elfina.
Nuestra princesa ha nacido en un fabuloso castillo color arena con los torreones azul cielo acabados en punta. A su alrededor tiene cientos de mayordomos, sirvientas y lujos que cualquier señorita de la realeza puede permitirse. Es rica. Y extrañamente inteligente, teniendo en cuenta que acaba de nacer. Lo cual hace que la gente pueda obviar su cara.
Acabaré este capítulo contando lo increíble que es que, justo cuando nuestro héroe coge el dedo de su padre, nuestra princesa coge el de su madre.
Qué bonito es el destino, ¿no?
Ya tenemos héroe y princesa, así que ahora toca imaginar al caballo. ¿No? ¿Quién falta? Ah, claro, ¡el malo!

Imagina una fragua dentro de una cueva. Una cueva enorme capaz de albergar una ciudad entera dentro de la montaña.
Vayamos flotando a velocidad de narración entre las piernas de los orcos que caminan pesadamente de un lado al otro, llevando armas a todas partes y golpeando con sus martillos objetos nuevos.
Ahora, vayamos dentro de uno de los semiderruidos edificios que hay, donde tres, no, cuatro orcos acorralan a una hembra de su misma especie. Está tan encinta que no puede valerse por sí misma. Pero para eso está su compañero, que la socorre y hace retroceder a los maleantes con un rugido ensordecedor.
Momentos después, se puede ver a los dos corriendo, huyendo de los demás orcos montaña abajo. El motivo de la persecución es tan tosco como el que un orco no puede nacer, sólo puede ser creado. Lo que significa que los dos enamorados deben morir.
El nacimiento ocurre esa misma noche. Nada más llegar al mundo, lanzan al río un cesto (que nadie sabe de dónde han sacado) donde han metido a la criatura. Esperan que algún dios oiga sus plegarias para que llegue a salvo a un lugar seguro. Ninguno de los dos logra escapar, pues en cuanto su hijo desaparece de su vista, son alcanzados y brutalmente asesinados por los salvajes de su misma especie.




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